En verdad amanecía como si tal cosa. La gente se alarmaba por sus pequeñas grietas, controlaba que no hubiese agujeros en sus bolsillos, ni ventanas abiertas en sus almas.
Pero el tiempo, que de tonto no tiene un solo pelo, nos enseño que era al revés; exactamente al revés de nuestro primer llanto.
Fue por ellos, por los que no volvieron que siguió amaneciendo.
Y amanece.
Liliana Bodoc